Entonces tendría yo unos catorce años. Aunque la secundaria no fue precisamente una etapa dulcísima, aún así la disfruté mucho, entre los viajes por concursos académicos y los reportes por 'mala conducta' que derivaban de lanzar sillas del segundo piso o arrojarle naranjas a los profesores y prefectos malacopa.
Llegó en una soleada mañana, en la cual me perdí la primera clase. Igualmente, ella entró hasta la hora de Matemáticas. Había algo especial en la chica nueva. No era sólo su divertido acento americanizado, ni la inusual tristeza que taladraba tu alma al mirarla a los ojos. Era mayor que cualquiera de nosotros y quizá esto explicaba el sobrado interés que despertaba en todos. Sin aires de interés alguno en la clase o sus nuevos compañeros, Alicia tomó asiento.
Conforme las semanas se sucedían mi interés se tranformaba en afecto. Sólo esperaba la hora de salida para escapar con ella en la misma ruta de camión y platicar durante el trayecto a casa. La mayoría de las veces me bajaba mucho después de mi dejada para no cometer el error de cortar a la mitad sus comentarios. Fue mi confidente durante el relajo de mi primer amorío; guardo con cariño cada uno de sus consejos y el ánimo que me dió para declarármele a quien fue mi primer novia.
Una fresca mañana de invierno simplemente no volvió. Ni a la siguiente o alguna otra. Finalmente le pregunté a su mejor amiga por qué Alicia no asitía a clases. Aunque al principio se notaba que no diría palabra alguna, algún atisbo de preocupación en mi voz la hizo cambiar de parecer. Me abrazó lagrimeando y apenas susurrando dijo: "Se fugó".
Jamás volvimos a saber de ella. Quizás sólo regresaste a Wonderland~
1 comentario:
Bueno, visto algunos años después (entendí que ella era extranjera) quizá fue deportada... a Wonderland.
:P
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